El ritual de encender fuego: mindfulness con carbón y brasas
- Rex Monterrey
- 24 oct
- 2 Min. de lectura
Más que prender el asador, es encender el alma
En un mundo que va a prisa, donde todo urge y el tiempo nunca alcanza, hay algo profundamente humano en detenerse frente a un asador.Encender fuego no es solo el primer paso de una carne asada, es un ritual que nos conecta con el presente, con nuestros sentidos y con lo más elemental: el fuego, el humo y la espera.
El sonido del carbón chispeando, el olor a madera encendida y el calor que va creciendo lentamente... cada detalle invita a respirar más despacio, a dejar el celular a un lado y disfrutar el momento.Eso es mindfulness, pero al estilo norteño.
El fuego como maestro del presente
Encender fuego exige atención. No hay atajos. Si te distraes, el carbón se apaga; si te apresuras, el fuego se ahoga.Por eso, quienes dominan el arte de la parrilla saben que el secreto está en la paciencia y el enfoque.
Mientras acomodas los carbones, sientes el crujir del encendedor, observas cómo una chispa se transforma en llama. Ese instante —simple pero poderoso— es una forma de meditación. Estás ahí, presente, sin pasado ni futuro. Solo tú, el fuego y el aire.
Mindfulness con carbón: una experiencia para todos los sentidos
El fuego nos enseña a estar conscientes a través de los sentidos:
La vista, al ver las brasas ponerse rojas y luego grises.
El oído, con ese sonido inconfundible de la leña crujiendo.
El olfato, que detecta cuándo el carbón está listo sin necesidad de reloj.
El tacto, al sentir el calor que te avisa que el asador ya está en su punto.
El gusto, que será el gran premio al final de todo el proceso.
Cada paso, cada respiración junto al fuego, te ancla al presente. Y eso, aunque no lo parezca, es practicar mindfulness de la manera más pura y mexicana posible.
El poder simbólico de las brasas
Desde tiempos antiguos, el fuego ha sido un símbolo de unión y renovación.Reunirnos alrededor de las brasas no es casualidad: es una manera de reconectar con los demás, compartir comida, historias y silencio.Frente al fuego, todos somos iguales. No importa el día ni el estrés de la semana. Todo se disuelve con el humo que sube al cielo.
Ese instante donde todos esperan que la carne esté lista, cerveza en mano y mirada en las llamas, es el tipo de pausa que reordena el alma.
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